lunes, 22 de agosto de 2011


¿Quién escribió las reglas, quién puede cambiarlas?
¿Contra quién he de elevar el dedo acusador?
¿A quién he de culpar por este desprecio?
¿Quién ha de resarcir el daño?
¿Es que mis preguntas caen en el vacío como lágrimas redondas?
¿Dónde, dónde he de encontrar la paz mental?
¿Dónde, dónde está lo que me ha sido arrebatado?
¿Hacia dónde he de caminar para encontrarme con el horizonte?
¿Acaso no hay nada al final del arcoíris?
¿Cuándo ha de cesar este interminable brotar de auto reproches?
¿Dónde terminará mi maldad auto infringida?
¿De esto se trataba?¿fue esto, siempre, desde el inicio?

Basta.

jueves, 6 de enero de 2011

Vacíos valiosos.

No es lo que me das,
sino lo que me quitas.

Me quitas el peso,
las ganas de gritar.
Quitas el polvo
que en mi corazón se solía acumular.
De mi cabeza las telarañas,
arrancas con sólo mirar
lo que hay en el fondo,
sin parpadear.

Quitas las espinas que había en mi corazón,
un corazón tan maltratado que creía incapaz de tanto amor.
Quitas el cansancio de mis pies
que hoy quieren contigo
dar la vuelta a un mundo
que no imagino ya nunca
recorrer en soledad.

Le quitas el mal humor a mis días,
las arrugas a mi entrecejo,
los tics nerviosos a mis párpados.

Le quitas a mis días el aburrimiento.
A mi tristeza las lágrimas.
El frío a mis inviernos.

Es increíble, que cada día contigo
sea aún más valioso,
no por lo que me das
sino por lo que me quitas.

martes, 29 de junio de 2010

Me pregunto a dónde irá a parar este deseo cuando no haya más nada que desear.
A dónde irán mis lágrimas 
derramadas infamemente, 
indiscriminadamente,
aterradoramente.

Cuando se acabe todo esto,
cuando mis pies decidan dejar de caminar.

Qué será de este amor enorme,
a dónde se irá la memoria
de tu piel en mi piel...

Quién recordará el recuerdo,
ese primer recuerdo,
en que mis dedos encontraron entre los tuyos
su hogar.

A quién, 
dime,
a quién le va a importar si esto o aquello,
quién recordará mi pelea por el sillón rojo,
y mi insólita manía por acomodar fichas de dominó.

A dónde irán a parar esas palabras que nunca te dije,
a dónde los abrazos que pugnaban por salir.

Me dan ganas de llorar hasta desaparecer.
Quizá me atreva.


viernes, 7 de mayo de 2010

Tenía diecisiseis años. Te miraba y sonreía. Mi sonrisa multiplicada por infinito era el regalo que me dabas cada día. Para mi era suficiente. Para mí fue suficiente. Nunca le puse nombre a lo que sentía por ti, no había necesidad. Tampoco hubo necesidad de ser algo más que amigos; amigos que compartieron unos días, los suficientes como para hacer de ti alguien inolvidable.

Hoy, años después, queda de todo eso sólo una flor de papel, una separación cuyo comienzo hoy parece borroso -igual que la foto que miro en tu perfil- y una sonrisa.

Siempre una sonrisa. Siempre una flor. Siempre un globo.

En mi vida hay pocas personas indelebles y tú eres una de ellas. Lo nuestro -algo absurdamente pretencioso, decir lo nuestro - llenó muchas de mis horas vacías. Fue sencillamente divertido. Fue sencillo y punto. Nunca te dije que me hacías suspirar. Hoy te lo dije después de diez años y me dio risa. Risa no recordar que envié un mensaje de 14 de febrero que termino por separarnos. Me esfuerzo tratando de recordar el enviarlo, primer paso para recordar qué decía, pero mis esfuerzos no reportan ningún resultado.

La memoria es siempre un territorio de la fantasía.

martes, 16 de marzo de 2010

Te voy a re inventar. Te voy a poner otro nombre, otros ojos, otros sueños. Te voy a poner en los labios las palabras que quiero escuchar todos los días de aquí a que la memoria se me acabe. Voy a ponerte en la cara un brillo especial cada vez que me veas, una sonrisa a escondidas, un suspiro en mi nombre.

Voy a llenarte las manos de caricias fugaces. No. Voy a llenar tus manos con las mías. Tus besos con mis besos. Tu cuerpo con el mio. Quizá te haga más alto, quizá no. Quizá seas un gran bailarín. Si, bailarás mejor que yo y me enseñarás nuevos pasos.

No usarás corbata. Ni zapatos de vestir. Correremos juntos por las mañanas. Iremos al cine. Quizá te gusten los toros aunque yo los deteste. Quizá me obligues a ver películas de acción. Y comeremos palomitas.

Te gustará acompañarme a los museos, me invitarás a salir los fines de semana. Me comprarás rosas un día sólo porque sí. Quizá me escribirás un poema y me lo enviarás a media tarde, cuando sabes que estoy fastidiada del trabajo.

Cada noche besarás mis ojos y me desearás dulces sueños. Me prestarás tu chamarra cuando llueva. Te acurrucarás a mi costado cuando te sientas mal. Serás otro. No mejor ni peor. Simplemente otro.

Si la reinvención funciona, espero que así suceda, te dejaré de amar.

Borrar tu existencia me salvará. Es una pena que el amor no sea una enfermedad contagiosa.

viernes, 29 de enero de 2010

Había una vez.

Pretendamos por un momento que sigo caminando porque tengo claro hacia donde ir. Finjamos que tiene sentido este vaivén de horas que son como olas de un amor gigante, vienen y van, vienen y van. ¿Y qué si me amarro a la costa esperando que no me azote la tempestad? Había una vez una isla.

Cuando cae la noche desentierro los espejos que enterré por la mañana y los lanzo al mar. Camino en círculos una vez más por la arena de mi jaula. Como un gran hamster siento en mi el impulso de correr sobre la rueda. Adelante, adelante, adelante. Había una vez una prisionera.

Tengo sed. El agua salada. El sol quemando mis ojos. Miro al sol, ininterrumpidamente. ¿Será cierto que uno puede quedarse ciego mirándolo? Había una vez un paisaje.

Me lanzo al mar. Mi peso es suficiente. Y en el agua se vuelve liviandad. Había una vez la libertad.

jueves, 14 de enero de 2010

Hay días en que despierto y al abrir los ojos tengo la certeza de que vivir es una cosa terrible. Días en que preferiría volver a mis sueños y regocijarme con el ratón de grandes orejas que me habla, con las brujas que cuidan el secreto de un collar mágico que debo conquistar. El ratón vivía bajo mi sofá, las brujas siempre caminaban espalda contra espalda, mostrando los dientes a cualquiera que osara acercarse a la fuente del poder...

Hay días en que el mundo y yo nos peleamos. Yo no quiero saber nada de él y él no quiere escucharme.

Espero que al final del día nos reconciliemos. Pero tampoco estoy segura. No después de tanto terror, no después de tanta saña.

Quizá estos desastres son sólo un mal sueño de alguien qué, al despertar, no recordará nada. No necesitará reconciliaciones. Vivirá en paz.

Me gustaría que la paz en este mundo fuera posible. Perdón y gracias.

¿Quién escribió las reglas, quién puede cambiarlas? ¿Contra quién he de elevar el dedo acusador? ¿A quién he de culpar por este desprecio? ...