martes, 8 de diciembre de 2009

Me sabe mal.

Me sabe mal
saber que fue un engaño.

Me sabe mal porque te entregué
aquello que llevo debajo de la piel,
el color de mis ojos,
el sabor de mis labios,
lo que algunos estupidos sentimentales llaman alma.

Me sabe mal,
porque tú eras mi nirvana
y sabes a que me refiero.

Precisamente por eso,
porque sabes mis palabras antes de que las acabe de pronunciar,
conoces cada hilo y cada botón
de este estúpido mecanismo que se llama corazón.

Nada me sabe más mal
que saber que lo haces convencido.
No hay nada que se pueda hacer
cuando el amor no es suficiente
cuando se deja de creer.

Puedo sentir como todo deja de tener sentido,
el sol que viene ya no brilla.
Pero sé que pasará.
Espero que pase.
Nada más.

¿Quién escribió las reglas, quién puede cambiarlas? ¿Contra quién he de elevar el dedo acusador? ¿A quién he de culpar por este desprecio? ...