viernes, 29 de enero de 2010

Había una vez.

Pretendamos por un momento que sigo caminando porque tengo claro hacia donde ir. Finjamos que tiene sentido este vaivén de horas que son como olas de un amor gigante, vienen y van, vienen y van. ¿Y qué si me amarro a la costa esperando que no me azote la tempestad? Había una vez una isla.

Cuando cae la noche desentierro los espejos que enterré por la mañana y los lanzo al mar. Camino en círculos una vez más por la arena de mi jaula. Como un gran hamster siento en mi el impulso de correr sobre la rueda. Adelante, adelante, adelante. Había una vez una prisionera.

Tengo sed. El agua salada. El sol quemando mis ojos. Miro al sol, ininterrumpidamente. ¿Será cierto que uno puede quedarse ciego mirándolo? Había una vez un paisaje.

Me lanzo al mar. Mi peso es suficiente. Y en el agua se vuelve liviandad. Había una vez la libertad.

jueves, 14 de enero de 2010

Hay días en que despierto y al abrir los ojos tengo la certeza de que vivir es una cosa terrible. Días en que preferiría volver a mis sueños y regocijarme con el ratón de grandes orejas que me habla, con las brujas que cuidan el secreto de un collar mágico que debo conquistar. El ratón vivía bajo mi sofá, las brujas siempre caminaban espalda contra espalda, mostrando los dientes a cualquiera que osara acercarse a la fuente del poder...

Hay días en que el mundo y yo nos peleamos. Yo no quiero saber nada de él y él no quiere escucharme.

Espero que al final del día nos reconciliemos. Pero tampoco estoy segura. No después de tanto terror, no después de tanta saña.

Quizá estos desastres son sólo un mal sueño de alguien qué, al despertar, no recordará nada. No necesitará reconciliaciones. Vivirá en paz.

Me gustaría que la paz en este mundo fuera posible. Perdón y gracias.

¿Quién escribió las reglas, quién puede cambiarlas? ¿Contra quién he de elevar el dedo acusador? ¿A quién he de culpar por este desprecio? ...