viernes, 22 de mayo de 2009

Del baúl de los recuerdos. Primera entrega.

Tuve ganas de decir lo mismo con mil palabras nuevas.

Tuve ganas, pero seis serpientes se enredaron 
En la sequedad de mi garganta.

Tuve ganas de llorar a mares, 
Hasta que mis ojos desbordaran entre barcos de papel 
Tripulados por las voces que alguna vez gritaron en mi cabeza. 

Tuve miedo, mucho miedo.

Pero el miedo no hace nada, sólo nudos en la garganta, 
Un par de rasguños en el brazo 
Y una terrible y reseca soledad.

Tuve ganas de gritar y no lo hice, 
Deje que me pidieras perdón             
Como tantas otras veces; 
Y como tantas otras veces, deje que pensaras que te creía.

Ya no hay más que harapos para vestir mi alma, 
Jirones desgarrados de lo que alguna vez pudo ser ropa, 
Resquicios inundados de hiel endulzada             
-tú la haces pasar por miel-.

Y suena, suena todo el tiempo, 
Este arrastrar de piedras, 
Este chocar de latas, 
Este inmerecido dolor que he elegido.

El misterio de amarte es tan grande,
¿por qué me pesas tanto? 
¿por qué me robas el aliento? 

Tuve ganas de dejar de amarte, 
De haber sido hijo mio te habría abortado. 

Tuve ganas de odiarte, tuve ganas de golpearte.

Pero lloré.

Y no se desbordaron mis ojos, 
Ni salieron flotando en barcos 
Mis imaginarios compañeros.

Sólo me doliste más, 
En cada uña, en cada cabello.

¿Por qué tenía que conocerte? 
¿Por qué no engañarme pensando que eras otro? 
¿Por qué tenía que encontrarte en esta inmensidad? 
De no amarte tanto no me dolerías, 
Me quemas como hielo, ¡me quemas!

miércoles, 6 de mayo de 2009

Amistad.

El dolor y yo fuimos grandes amigos. Me acompañó en esos años en que nadie se sentaba a charlar conmigo. Enjugó mis lágrimas y tomó mi mano cuando tenía miedo. Cerró mis ojos en aquellas noches de insomnio en que mi oído me engañaba y me hacía creer que algo malo sucedería. 
Me gustaría decir que nada queda de nuestra amistad, pero mentiría. Ahora somos más que amigos, se ha vuelto un hermano incómodo, un pariente lejano del que se escucha de vez en vez en las conversaciones familiares. 
El dolor y yo tenemos nuestra historia y nos regocijamos compartiéndola con nosotros mismos. Mi infancia está llena de pequeñas anécdotas que nos unieron a medida que ambos crecíamos. Sabemos que un día nos alejaremos definitivamente, que nuestros mejores tiempos ya pasaron. Hoy por hoy nuestras conversaciones no son ya tan largas ni nuestra unión tan cercana. Me parece que ha comprendido que debo crecer, y él me mira desde una ventana rota, polvosa, sabiendo que nuestra amistad ha sido remplazada. 
Hoy tengo una nueva amiga y se llama nostalgia.

¿Quién escribió las reglas, quién puede cambiarlas? ¿Contra quién he de elevar el dedo acusador? ¿A quién he de culpar por este desprecio? ...