miércoles, 6 de mayo de 2009

Amistad.

El dolor y yo fuimos grandes amigos. Me acompañó en esos años en que nadie se sentaba a charlar conmigo. Enjugó mis lágrimas y tomó mi mano cuando tenía miedo. Cerró mis ojos en aquellas noches de insomnio en que mi oído me engañaba y me hacía creer que algo malo sucedería. 
Me gustaría decir que nada queda de nuestra amistad, pero mentiría. Ahora somos más que amigos, se ha vuelto un hermano incómodo, un pariente lejano del que se escucha de vez en vez en las conversaciones familiares. 
El dolor y yo tenemos nuestra historia y nos regocijamos compartiéndola con nosotros mismos. Mi infancia está llena de pequeñas anécdotas que nos unieron a medida que ambos crecíamos. Sabemos que un día nos alejaremos definitivamente, que nuestros mejores tiempos ya pasaron. Hoy por hoy nuestras conversaciones no son ya tan largas ni nuestra unión tan cercana. Me parece que ha comprendido que debo crecer, y él me mira desde una ventana rota, polvosa, sabiendo que nuestra amistad ha sido remplazada. 
Hoy tengo una nueva amiga y se llama nostalgia.

2 comentarios:

  1. invariablemente nos topamos con ellos al transcurso de nuestras vidas. un saludo.

    ResponderEliminar
  2. El dolor, es como los políticos...traicioneros, a la vez es también como un fantasma ó el demonio que vive dentro de tí y que tarde ó temprano tendremos que exorcisar si no queremos quedar en sus fauces...si lo sabré yo...

    Saludos!!

    ResponderEliminar

Gracias por compartir tu opinión sobre esta locura!

¿Quién escribió las reglas, quién puede cambiarlas? ¿Contra quién he de elevar el dedo acusador? ¿A quién he de culpar por este desprecio? ...