Sí. Se desplegaba como un pañuelo blanco apuntando en las cuatro direcciones.
Y él los puso allí como hormigas subiéndose al mantel en día de campo.
Ella soñó con él sin ver su rostro durante las muchas noches en que el frío le impedía dormir. Él miraba hacia el futuro y la imaginaba, le ponía olores distintos, le cambiaba el color del cabello, le ponía mayores talentos.
Y se tocaban en las noches de insomnio como sólo los potenciales amantes se pueden tocar: con el deseo.
Se cruzaron un día y no supieron que eran ellos, no pudieron reconocerse: él se conformó con la tibieza de un amor convencional, ella se enamoró de la idea misma del amor y lo buscó en cada cama, en cada hombre.
Y siguieron sus caminos con la firmeza de quien no sabe a donde va.
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